Principios de las plataformas de evaluación tecnológica
Las plataformas de evaluación de tecnología se basan en tres conjuntos de principios: el principio de precaución (atención); el derecho a saber (transparencia) y el derecho a decir “no” (consentimiento) así como los de la investigación-acción participativa.
1) Cuidar: el principio de precaución
La precaución se trata sólo de cuidar y prestar atención. Hoy en día, los poderosos grupos de interés que promueven las nuevas tecnologías industriales, intentan engañosamente sugerir que una actitud de cuidado y precaución es de alguna manera anticientífica o antitecnología, y que mediante la promulgación de prohibiciones, detendrá el tipo de toma de riesgo del ámbito empresarial, necesario para las economías modernas (hacer lo que se deba hacer para obtener el éxito). Pero el principio de precaución, cuya lógica subyace en el proceso de evaluación de la tecnología, no significa necesariamente una prohibición de las nuevas tecnologías o detener la investigación y la comprensión de las cosas. Consagrado en el sistema legal de numerosos países, como los de la Unión Europea, simplemente insta a que se encuentre el tiempo y el espacio para hacer las cosas bien utilizando una gama adecuada de perspectivas. En caso de duda, la promulgación del principio de precaución tenderá a adoptar políticas que impidan el lanzamiento de una tecnología potencialmente dañina.
Para ver el valor de esto, podemos comenzar considerando la historia. Tomemos, por ejemplo, el amianto, el plomo, el benceno, los pesticidas, los productos químicos que agotan la capa de ozono o la pesca a escala industrial. En todas estas áreas de la tecnología (y muchas más), los gobiernos, las empresas y las instituciones científicas por igual descartaron la acción preventiva temprana como “irracional”, por temor a perder la ventaja, y las ganancias, en una carrera industrial. Afirmaron que no había alternativas y que los defensores de la precaución eran anticientíficos o contrarios a la necesidad de todos de beneficiarse del desarrollo occidental. Incluso ahora, todas las partes del debate están de acuerdo en que los niveles de riesgo se subestimaron drásticamente, y que había caminos alternativos que los defensores de estas tecnologías ya habían identificado en ese momento.
La aplicación del principio de precaución es también un medio por el cual se puede recordar a los involucrados con la ciencia y la tecnología que la innovación y el progreso no son una carrera unidireccional hacia el futuro. Los desarrollos tecnológicos pueden tomar muchos caminos. Aunque a menudo se esconde detrás de la bandera de la “ciencia”, el desarrollo de cada tecnología implica elecciones intrínsecamente políticas. Evaluar el riesgo que surge de una nueva tecnología requiere comprender la naturaleza de la incertidumbre. El principio de precaución establece que cuando hay alguna evidencia de amenazas potenciales para la salud humana o el medio ambiente, la incertidumbre científica sobre cuán fuerte es esa evidencia, no debe ser una razón para que los que están en el poder eviten su responsabilidad de tomar medidas para evitar daños. La incertidumbre no obliga a una acción en particular, simplemente nos recuerda que la falta de evidencia de daño no es lo mismo que la evidencia de falta de daño. En otras palabras, la esencia de la precaución radica en que tengamos tanto cuidado en evitar el error científico de asumir erróneamente la seguridad, como en evitar asumir erróneamente el daño.
En lo que respecta a la incertidumbre, no es difícil en la práctica calcular una única solución definitiva “científica sólida” o “basada en pruebas”. Pero estos términos se utilizan a menudo de manera política para evitar preguntas por parte de personas con una gama más amplia de perspectivas que aquellas con la mentalidad estrecha del cientificismo. La buena gobernanza de la ciencia y la tecnología significa escuchar las preguntas de una variedad de perspectivas de expertos, incluidas las derivadas de la experiencia vivida, en lugar de sólo las sustentadas en las conclusiones de los “expertos profesionales”. Las incertidumbres se encuentran entre las fuerzas impulsoras más importantes de la ciencia. Sin embargo, cuando las instituciones científicas entran en contacto con el poder económico y político, se vuelven cómplices de un extraño tipo de negación de la incertidumbre.
2) Transparencia: el derecho a saber
En nuestro mundo, cada vez más complejo tecnológicamente, existe el peligro de que casi todas las decisiones importantes se tomen a puerta cerrada. Los expertos conectados a organizaciones poderosas tomarán decisiones trascendentales con la justificación de que tales juicios requieren conocimientos especializados. El resto de nosotros estamos excluidos de influir en esas decisiones. La idea de que las tecnologías poderosas o las decisiones basadas en la ciencia que dan forma a nuestras vidas son demasiado complicadas para involucrar las opiniones de personas ajenas a un pequeño grupo de expertos, puede llevar a que el poder se entregue a un número cada vez menor de burócratas. La democracia, definida como el gobierno de muchos, da paso a la tecnocracia: el gobierno de los expertos.
Recuperar el control sobre las decisiones que involucran tecnologías requiere ayudar a que cada vez más personas comprendan mejor los problemas científicos y tecnológicos que los rodean o que van a afectar sus propios derechos y condiciones de vida. Esto incluye hacer visible la presencia de tecnologías particulares (por ejemplo, mediante el etiquetado y la sensibilización), crear información pública fácil de entender sobre sus usos y abusos, compartir lo que se sabe sobre los riesgos e incertidumbres y reconocer la importancia de las limitaciones del conocimiento sobre un desarrollo tecnológico o científico. Esto contradice el mito de que sólo los expertos científicos saben. De esta manera, todos pueden aportar su propio conocimiento y sus propios valores y sabiduría para influir en cómo se evalúa y, en última instancia, se gobierna una tecnología para el bien común.
3) Consentimiento: el derecho a decir "no"
El derecho a decir “no” o las condiciones para decir “sí” a una nueva tecnología ha sido consagrado en varias convenciones clave de las Naciones Unidas como un proceso de “Consentimiento libre, previo e informado” (CLPI – ver recuadro). Estas cuatro palabras describen el derecho colectivo que las personas deben tener para comprender todas las dimensiones relevantes de la investigación científica y el desarrollo tecnológico y, en segundo lugar, potencialmente decir “no” a la investigación o al desarrollo tecnológico si creen que podría haber impactos negativos.
Consentimiento libre, previo e informado
El consentimiento libre, previo e informado (CLPI) no es lo mismo que “consultar”, “escuchar” o incluso “diálogo”. Cualquier grupo que se comprometa con el CLPI debe asumir la responsabilidad de implementar cada uno de sus cuatro elementos:
LIBRE: Las comunidades deben estar empoderadas no sólo para participar en los procesos sin coerción, sino que deben estar en el centro de la definición de los procesos en sí mismos. Es por eso que los actores no corporativos y no estatales deben desempeñar un papel activo en el apoyo a la participación comunitaria y facilitar procesos deliberativos mediante los cuales las personas puedan participar activamente. Deben ser autónomos e independientes de quienes desarrollan las tecnologías. Por ejemplo, no puede ser libre si el proceso lo impulsa la industria que invierte en la implementación de una nueva tecnología y ellos eligen a sus propias partes interesadas.
ANTERIOR: Todos los procesos de evaluación deben preceder a la investigación, el desarrollo o la implementación y deben convertirse en un proceso continuo. Es decir, las tecnologías propuestas deben estar sujetas a un proceso de evaluación comunitaria en cada etapa. Si las discusiones llegan demasiado tarde, es posible que los malos resultados ya estén “bloqueados”. La investigación, el desarrollo o la implementación de una posible tecnología futura no puede avanzar simplemente porque una organización la aprobó en algún momento del pasado. El conocimiento cambia con el tiempo. Cada vez que salga a la luz nueva información, se debe actualizar el proceso participativo. La evaluación de la tecnología no debe ser simplemente un proceso de “sí o no” que se realiza una vez y para siempre, es un proceso que considera las implicaciones económicas, culturales, sociales y políticas de la tecnología de manera continua.
INFORMADO: Toda evaluación de tecnología debe comenzar con un proceso de investigación participativa e indagación sobre los impactos potenciales de una tecnología o grupo de tecnologías. Esta investigación no debe considerar simplemente el uso de una tecnología para su propósito declarado, también debe considerar otros usos posibles y los intereses económicos y políticos subyacentes detrás del desarrollo y despliegue de una tecnología. Sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, grupos campesinos, pueblos indígenas y comunidades locales, son fundamentales para garantizar una comprensión sólida y verdaderamente informada de cualquier desarrollo en ciencia y tecnología. El proceso de evaluación también debe estar informado por los diversos sistemas de conocimiento de aquellos que se ven potencialmente afectados por una tecnología. Esto significa que la evaluación no puede depender simplemente de un único sistema de conocimiento estrecho, como el punto de vista de los científicos occidentales, sino que debe abarcar, por ejemplo, el conocimiento ecológico tradicional que existe en las comunidades que se ven potencialmente afectadas. A menudo, las tecnologías se discuten sólo en términos de un solo uso declarado o propuesto, con poco examen de cómo la tecnología puede funcionar en el mundo real o los costos y consecuencias externados en las comunidades. Los tipos de preguntas que se deben hacer sobre las nuevas tecnologías deben ir más allá de las preguntas contundentes como “¿funciona?” o “¿es bueno o malo?” (1). Un proceso verdaderamente informado también considerará profundamente las incertidumbres y las posibles consecuencias que pueden surgir con el tiempo.
CONSENTIMIENTO: El consentimiento para el desarrollo de una nueva tecnología sólo se puede otorgar libremente si se puede retirar en cualquier momento. El consentimiento es un proceso, más que un evento único, que puede retirarse, o puede reconsiderarse, a medida que surge nueva información y nuevas experiencias se suman a nuestra comprensión de una tecnología. El proceso de evaluación de la tecnología debe comenzar con una suposición predeterminada de “No”, hasta que se otorgue claramente el consentimiento, si es que se da. El consentimiento, en el contexto de los derechos de la comunidad, también debe ser democráticamente inclusivo, considerando los intereses de todos, prestando especial atención a permitir el consentimiento de los más afectados por una tecnología, especialmente aquellos que son vulnerables. Para ser legítimos, los procesos democráticos deben estar arraigados en las prácticas culturales de la comunidad, manteniendo al mismo tiempo la inclusión radical (centrada en los más afectados).
El principio del CLPI (FPIC por sus siglas en inglés) significa que todos estos elementos deben ser verdaderos antes de que el área de investigación científica o desarrollo tecnológico avance.
(1) Estas consideraciones deben incluir: ¿Cómo surgió esta tecnología? ¿Quién se beneficia de esta tecnología y cómo? ¿Qué prácticas alterará esta tecnología? ¿Cómo afectará esta tecnología a nuestras relaciones sociales? ¿De dónde provienen los recursos para hacer realidad esta tecnología y cómo se mantendrán? ¿Cuáles son las implicaciones de esta tecnología en el tiempo y el espacio, a través de las generaciones y comunidades?