Por qué necesitamos evaluación de la tecnología
- ¿Recuerdan que a principios del milenio nos dijeron que una nueva tecnología llamada “ingeniería genética” alimentaría al mundo y reduciría el uso de sustancias químicas tóxicas? Veinte años después, más gente que nunca padece hambre y los productos químicos, incluidos los asociados con los cultivos transgénicos, han enfermado a muchos más. En ese entonces debería haber habido evaluación de tecnología.
- Hoy, Bill Gates, cofundador de Microsoft, dice que el mundo debería seguir el ejemplo de su empresa y convertirse en emisor neutral de carbono para 2030. Para hacerlo, apuesta por técnicas de geoingeniería como hacer artificialmente que las nubes sean más blancas o cultivar transgénicos, quemarlos para obtener energía y luego enterrar el carbón. Suena descabellado y hay mucho en juego, pero los políticos del mundo ya confían en la idea de que la geoingeniería será un éxito para frenar el cambio climático, cuando actualmente no hay evidencia de que lo sea. Lo que necesitamos urgentemente ahora es una evaluación de la tecnología.
- De cara al futuro, John Deere, Bayer-Monsanto y otras megacorporaciones agrícolas parecen tener la visión de digitalizar cada elemento de cada ecosistema de la Tierra, reemplazando a los agricultores y pescadores con robots de precisión y nuevos productos químicos para industrializar aún más nuestra tierra y nuestros mares. Afirman que esto enfrentará el cambio climático, el hambre, las pandemias y la pérdida de biodiversidad. Para probar esas afirmaciones, necesitamos una evaluación tecnológica.
Vivimos en una época en la que las nuevas tecnologías a menudo se presentan como soluciones casi mágicas para todo tipo de desafíos. Por la publicidad que reciben, se pensaría que los drones, la llamada inteligencia artificial (IA), los organismos impulsores de genes y la geoingeniería serán parte de un futuro inevitable para todos nosotros. En realidad, son producto del cientificismo: la sobreestimación de la importancia de la ciencia física y la creencia de que ofrece las respuestas a todas nuestras peores dificultades.
Ciencia, cientificismo y humildad
Para evaluar una tecnología de manera eficaz, el conocimiento en el que se basa la evaluación debe ser confiable y comprendido por quienes la realizan. Dicho conocimiento, incluido el científico, solo puede provenir de seres humanos, que pueden ser limitados en las perspectivas que incluyen y pueden carecer de la humildad para reconocer su propia ignorancia o incertidumbre. A menudo, la experiencia derivada de las ciencias naturales (física, química y biología) recibe una prioridad indebida en la evaluación de nuevas tecnologías, lo que las lleva a dominar otras formas de conocimiento y juicio que pueden ser igualmente relevantes, como la ecología y la ética.
El cientificismo es un sistema de creencias que otorga un valor demasiado alto a las ciencias naturales (particularmente la ciencia física) en comparación con otras ramas del aprendizaje o la cultura, incluidos otros sistemas de conocimiento ajenos a la ciencia occidental. Sus tres principios fundamentales son los siguientes:
1) todas las preguntas que surgen en un proceso que involucra a personas no científicas carecen de sentido o pueden ser respondidas por la ciencia;
2) la ciencia tiene autoridad porque se basa en evidencia empírica; por lo tanto, las afirmaciones científicas siempre anularán las afirmaciones hechas desde fuera de la ciencia; y
3) la ciencia proporciona la explicación última de la realidad, —la explicación absoluta más allá de la física— pero cambia sustancialmente las preguntas, llegando a las correctas, en lugar de las que considera sin sentido porque provienen de fuera de la ciencia.
Sin embargo, al negar el valor de otras formas de ver el mundo, los creyentes en el cientificismo establecen un sistema filosófico alternativo, uno que sus seguidores creen que solo los científicos deberían poder explorar. El peligro del cientificismo es que las discusiones sobre temas fundamentales para nuestro futuro, como los derechos humanos o el control de la tecnología para el bien común, se conviertan en temas exclusivos para los científicos naturales, quienes generalmente carecen de antecedentes para pensar fuera de sus propias y estrechas disciplinas.
Es necesario controlar la tendencia de muchos científicos y tecnólogos a creer en el cientificismo. De lo contrario, el cientificismo puede conducir a programas científicos que violen los estándares éticos de sentido común. Quizás el ejemplo más conocido sea la eugenesia, una idea popularizada por los principales científicos británicos a principios del siglo XX, junto con figuras públicas prominentes como George Bernard Shaw, Marie Stopes y John Harvey Kellogg. Las ideas eugenésicas sustentaron tanto el Holocausto nazi como el Estudio de sífilis de Tuskegee en Estados Unidos (1932-1972), en el que se les dijo a los afroamericanos que estaban recibiendo tratamiento gratuito del gobierno federal cuando en realidad eran parte de un experimento ver qué pasaría si la sífilis se dejara sin tratamiento.
En un caso más reciente, el cientificismo ha sido adoptado por muchos de los evangelistas de la “inteligencia artificial” (IA) y otros transhumanistas, muchos de ellos con sede en Silicon Valley. Un famoso seguidor del cientificismo, el filántropo multimillonario Jeffrey Epstein, creía que los avances en la inteligencia artificial y la ingeniería genética crearían una súper raza de humanos. Donó millones de dólares para proyectos de investigación al Programa de Dinámica Evolutiva de la Universidad de Harvard y al Laboratorio de Medios del MIT, hasta su arresto por delitos sexuales y muerte en 2019.
La evaluación de la tecnología rechaza las creencias que sustentan el cientificismo, pero ello no implica rechazar la ciencia, pues reconoce que es un proceso racional para dar sentido al mundo. La evaluación de la tecnología adopta un enfoque basado en la precaución, la humildad entre todos los científicos e ingenieros y su reconocimiento de áreas de ignorancia. Reconoce la necesidad de la ética, la apertura a las incertidumbres y la adopción de múltiples perspectivas. El erudito indio Shiv Visvanathan llama al imperativo moral reconocer la pluralidad del conocimiento “justicia cognitiva”. Hay varias organizaciones que aplican este enfoque más amplio a las ciencias y la ingeniería.
Siguiendo lo que mandan las corporaciones en el Norte Global, como las industrias agroquímicas, las de Silicon Valley y los fabricantes de robots, quienes hoy toman las decisiones sobre tecnología están promoviendo una transformación que podría completar el proceso en el que cada ámbito de la vida quede bajo control de los ejércitos, algoritmos y máquinas de las propias empresas. Pero esto no es inevitable, las personas tienen derecho y posibilidades infinitas de determinar colectivamente su futuro a través de la evaluación tecnológica.
El Dilema de Collingridge
Un propósito clave de la mayoría de los procesos de evaluación de tecnología es abordar lo que se conoce como el Dilema de Collingridge, que se basa en dos hechos:
1. Influir o controlar los desarrollos tecnológicos es más fácil en una etapa temprana cuando sus implicaciones aún no se manifiestan.
2. cuando conocemos estas implicaciones, es difícil cambiarlas.
El dilema al que nos enfrentamos es un doble vínculo sobre la información y el poder:
- Un problema de información debido a que los impactos de una nueva tecnología no se pueden predecir fácilmente hasta que se desarrolle y se utilice ampliamente, momento en el que puede ser demasiado tarde.
- Un problema de poder porque controlar o cambiar la trayectoria de una tecnología es difícil cuando se ha afianzado y “asegurado”.
La evaluación de la tecnología aborda el problema de la información sometiendo las afirmaciones de una nueva tecnología a un escrutinio crítico, que generalmente involucra algún tipo de foro público.
Muchos enfoques de la evaluación de la tecnología abordan el problema del poder incorporando diferentes tipos de conocimiento en el proceso de innovación y en la toma de decisiones políticas en una etapa temprana. Esto significa que se pueden formular políticas para garantizar que la tecnología pueda desarrollarse y gobernarse, si es que se desarrolla, dándole prioridad al futuro de todos.
Si se lleva a cabo de manera competente, un proceso de evaluación de la tecnología puede ayudar a elevar el perfil del conocimiento basado en las experiencias vividas por las personas en todas sus diversidades. Una mayor inclusión de este conocimiento, que a menudo tiene la ventaja de haber sido desarrollado y utilizado durante muchas generaciones, podría ser una alternativa preferible a confiar ciegamente en la próxima nueva tecnología publicitada.
La evaluación de las tecnologías por parte de la sociedad es más urgente que nunca en estos momentos porque:
- Se está acelerando la velocidad a la que se están aplicando los productos de la ciencia y la tecnología industrial, particularmente a raíz de la pandemia de COVID-19 y con la amenaza del cambio climático global.
- Un pequeño número de empresas transnacionales están controlando tecnologías y recursos clave a escala global, más allá de la soberanía de los estados y la toma de decisiones de interés público.
- Cada vez más áreas de la naturaleza y la cultura se mercantilizan a través de nuevas tecnologías, mientras que nuevos instrumentos financieros especulativos promueven su privatización y el acaparamiento de recursos por parte de actores privados.
- El impacto que la ciencia controlada por las empresas y los desarrollos tecnológicos asociados están teniendo sobre los medios de vida ya amenazados, los derechos de las mujeres, los entornos frágiles y las crisis mundiales son cada vez más evidentes.
- La capacidad de los gobiernos y las sociedades para monitorear y regular las tecnologías emergentes es actualmente insuficiente.
Por el bien de toda la humanidad, necesitamos una evaluación de la tecnología para tomar decisiones informadas para proteger los derechos y los medios de vida, y mejorar el bienestar de las personas y nuestro planeta.
Muchos grupos de todo el mundo ya están colaborando en plataformas de evaluación tecnológica